miércoles, 29 de enero de 2014

El arte de vivir sin estres

Las tensiones del trabajo, presiones y preocupaciones familiares, económicas o las enfermedades son situaciones que nos hacen sentir agotados, de mal humor, apáticos, irritados, desalentados, nerviosos y nos olvidamos que cuando el cuerpo presenta síntomas, es que está pidiendo a gritos ayuda para una pronta recuperación de los momentos de bienestar y tranquilidad. El estrés está siempre presente en nuestra vida diaria siempre listo para "atacar" al menor signo de debilidad por nuestra parte (cansancio, exceso de trabajo, emociones, dificultades). Cuando el proceso de activación es muy intenso o dura mucho tiempo, los recursos se agotan y llega el cansancio. Debemos actuar para impedir que el estrés nos afecte, adoptando las medidas adecuadas para que no tenga poder sobre nosotros. Es muy importante aprender a cuidarse de manera responsable e inteligente, lo que no es egoísmo, sino amor a nosotros mismos, ya que si estamos bien con nosotros mismos, lo podemos estar en todos los ámbitos de nuestra vida. Síntomas físicos: - Dolor de cabeza. - Espalda - Cansancio. - Sudoración. - Gastritis. Síntomas psicológicos: - Olvidarse de las cosas. - Cansancio general. - Alteraciones. - Malas relaciones personales. - Peleas con todo el mundo. • Preocupación. • Temor. • Inseguridad. • Dificultad para decidir. • Miedo. • Pensamientos negativos sobre uno mismo. • Pensamientos negativos sobre nuestra actuación ante los otros. • Temor a la pérdida del control. Cuando una persona se enfrenta a una situación de estrés, el sueño es lo primero que se pierde (insomnio), El cansancio nos debilita, y, por lo tanto, nos deja más frágiles ante el estrés. El sueño tiene que ser lo suficientemente largo y relajante para que el cuerpo y la mente puedan descansar. ¿Qué es lo que nos falta? ¿Qué buscamos de forma incesante? El equilibrio interno, la armonía que el devenir de la vida actual nos ha ido robando. La falta de armonía interna repercute en nuestro cuerpo, y en nuestra mente. El primer paso para iniciar con el tratamiento es buscar la fuente o causa del estrés en la persona que lo sufre. Tenemos que cuidar nuestro cuerpo. La postura que adoptamos refleja nuestro estado de ánimo, y también influye sobre él. Las personas estresadas tienden a apretar los dientes, cruzar los brazos o las piernas, levantar los hombros, hundirse sobre ellas mismas. Una postura hundida (hombros caídos, espalda redonda, mirada hacia el suelo) impide respirar correctamente y aumenta el estrés. Adoptar una postura adecuada alivia instantáneamente las tensiones corporales e influye en nuestra actitud mental. La cabeza recta. Los hombros hacia atrás y relajados. La espalda siempre recta; Se produce un estiramiento lineal que nos permite respirar mejor, descomprime nuestros discos intervertebrales, relaja las tensiones y nos induce una actitud positiva, adoptando buenos hábitos de vida. La respiración nos proporciona energía. Existen medios para relajar las tensiones: masaje y actividad física, entre otros. Las prácticas de Yoga, TaiChi, Chikung, ejercicios de respiración, ejercicio físico, meditación, o, simplemente paseos al aire libre, sirven para ello. Meditar regularmente permite vaciar la mente de todas sus preocupaciones. Prestar una especial atención a nuestra respiración a través de la práctica de la respiración consciente. Así que cuando nos encontremos en un momento de tensión muy fuerte, hay que hacer una pausa, para escucharnos a nosotros mismos, hacer una lista de pendientes y ver cuáles se pueden solucionar y hacerlo, solucionar lo que nos agobia. Cada persona sabe lo que le sirve para relajarse y sentirse a gusto: unos pueden caminar en un parque, otros reunirse con amigos a jugar algo, otros van al cine, se dan un masaje, se meten en su tina con burbujas y velas encendidas, cierran los ojos y se relajan, hacen yoga, tai chi y otro tipo de ejercicios. El cuerpo y la psique necesitan todos los días de espacios de relajación El ejercicio físico no sólo permite eliminar las tensiones sino que aumenta nuestro potencial energético. Hablar con alguien que sepa escucharnos es muy importante abrimos el corazón, al hablar se aclaran algunas ideas y hasta surgen soluciones. Realizar una actividad lúdica, social, deportiva o simplemente darnos un espacio de tiempo para no hacer nada, aprender a descansar. Suele ejercer sensaciones agradables. No pierdas una buena oportunidad para divertirte. Tener objetivos claros y realizables. Pensar en varias cosas a la vez genera estrés. La gran mayoría de los problemas de estrés tienen su origen en nuestra mente y son debidos a una forma equivocada de pensar, de gestionar nuestro tiempo, de reaccionar ante los acontecimientos y de controlar nuestras emociones. Al tener ira o rencor, nuestra mente trabaja de forma continua con pensamientos negativos lo que aumenta de forma tremenda el estrés. No podemos influir en la mayoría de las situaciones externas que nos ocurren a diario, pero sí podemos aprender a enfrentarnos a ellas de forma diferente, con “pensamientos positivos”. Para impedir que el estrés nos afecte, debemos adoptar una filosofía de vida adaptada a todas las situaciones, en acuerdo con nuestro temperamento. Una forma de pensar que nos permita mantener la calma en cualquier situación. Un cambio de mirada. Volver a hacer foco sobre lo que vemos distorsionado. Controlar los pensamientos negativos, ya que darles cabida afecta nuestro estado de ánimo, y nos pone de mal humor. Esto se hace más difícil en situaciones de estrés, por lo que tendremos que hacer un esfuerzo extra, para poder encontrar los aspectos positivos. La propia situación en la que nos encontramos nos impide ver cosas positivas a nuestro alrededor. Terminamos generalizando lo malo a todas las áreas de la vida. Dejemos de vivir pendientes de lo que siempre está mal. Vivir de forma más relajada. El estrés esta en nuestra forma de ver las cosas. Gestionar correctamente nuestro tiempo: "El tiempo es lo que hacemos de él". Hacer lo que nos gusta y nos hace felices. Los hobbies son una forma muy eficaz de dejar de pensar en nuestras preocupaciones. Las actividades recreativas, solidarias o de contacto con la naturaleza, también pueden resultar de gran ayuda y antídoto contra el estrés. Dejar de sentirse responsable por el placer de los otros. Si solo estamos interesados en cumplir, responder a las demanda –tanto del exterior como internas–, no podremos relajarnos ni soltar el estrés. Aprender a decir NO sin sentirse culpable. Querer agradarle a todo el mundo implica un desgaste enorme y provoca sentimientos de frustración y culpa. Cuando no puedas o no quieras cumplir con algo que se te impone y que no es tu obligación, sólo di NO. Pide ayuda siempre que sea necesario. Debes ser consciente de que no puedes controlarlo todo. No seguir incorporando cada vez más limitaciones. Aceptar los eventos: Adaptarse a la situación: adoptar una actitud de acuerdo con ella para no desgastarse. No podemos revertir el tiempo. Aprender a ser más indulgentes con nuestros propios errores, aceptar las situaciones de la vida y tratarlas de vivir lo mejor posible. Intentar ser positivos, aun ante las adversidades en que la vida nos coloca. Separar los problemas reales de los imaginarios. Ya que estos ocupan un espacio mental precioso que se puede reservar para otras cosas. Disfrutar de los placeres simples. Intentar descubrir el placer de las cosas cotidianas como dormir, comer y pasear. Aprende a ser flexible. La rigidez no es buena en los seres humanos. Tratar de abrir la mente para descubrir nuevas alternativas a las mismas circunstancias. Principios y convicciones inflexibles pueden ser un gran peso. Aprender a delegar. Si le encargas a alguien que haga algo, no pretendas supervisar cada paso hasta que termine la tarea. Vivamos el presente. En algunos casos los acontecimientos pasados nos causan rencor y los acontecimientos futuros nos causan preocupación, al grado de terminar frustrados, ansiosos, deprimidos y desesperanzados. Mientras esto sucede, nuestros hijos crecen, la gente se aleja de nosotros y en general nos perdemos de vivir.